mércores, 3 de febreiro de 2016

PREMIOS SAN CLEMENTE EN SANTIAGO DE COMPOSTELA

Es curioso, que encuentre algo en común entre mis alumnos y algunos escritores, lo que a veces siento hacia ellos: AMOR Y ODIO. Si en la entrega de premios San Clemente, en Santiago,  me puse como una colegiala  al ver de frente a Colm Tóibín o enmudecí con su descripción de la crucifixión como algo cotidiano (asombroso cuadro de Mantegna que ayer entendí, gracias a sus palabras) también  lo odié por hacerme ver a María tan humana en su Testamento de María. Si en ese mismo acto,  entendí (de corazón) las palabras de Cercas sobre la literatura ("la realidad mata, la ficción salva" , "es ese juego en el que uno se lo juega todo. El que escribe y el que lee") no sabe él cuánto lo odié por hacerme entender que yo también soy una impostora, ya desde su primeras páginas de El impostor. Si también adoré a Feijoo por  lo que dijo de los profes ("recordade quen vos ensinou a ler"), cuánto lo odié por dejarme colgada de un teléfono en la última página de "Memoria da choiva". Pues lo mismo me pasa con mis alumnos, que los odio cuando en clase me traspasan sin verme con la mirada o cuando no sacan de ellos lo mejor de ellos, pero los adoré en este viaje a Santiago, con esa ilusión contagiosa, esas ganas de vivirlo todo. 

Y la reflexión del acto...pues la misma que la última vez, hace ya cinco años. En aquella ocasión tuve el privilegio de poder escuchar a Henning Mankel y salí exactamente con la misma sensación que ahora. Una sensación realmente agridulce. Porque cuando habló un alumno/a, cuando habló un profesor o cuando habló un autor, se llenaba la sala de un aire especial, daba la impresión de que todo podía ser posible, todo podía ser mejor. Y en ese momento, llegué  a creer que es importante, que es necesario todo lo que hacemos  dentro y fuera del aula, llegué a creer que somos parte del presente y del futuro...  Aunque quizá todo fue una vana ilusión, porque terminó el acto un político (me da igual el color) y entonces se rompió la magia. Con dos líneas de su discurso, desapareció esa áurea que se había creado, la piel ya no se me erizaba,  porque él ya no estaba en nuestro mundo. Y eso significa que nosotros, alumnos, profes y escritores, tampoco estamos en su mundo, y eso es terrible.
Podrá haber mil leyes más de educación, pero si no comparten nuestras ilusiones, nuestras ficciones y realidades, entonces, nada puede mejorar...


Noa preparando la lectura del acta, bajo la atenta mirada de Juanma y Marta (detrás Uxía y Laura)



Laura entregándole el premio a Colm Tóibín por  El testamento de María


 Uxía entregándole el premio a Pedro Feijoo por Memoria da choiva
 Noa leyendo el acta del premio de Javier Cercas por  El impostor




En el Hostal de los Reyes Católicos

Marta y Laura cenaron  con Colm Tóibín





Me encantaría que ellas nos comentaran cómo fue la cena y qué les pareció el acto.  Y también Juanma, Uxía y Noa.



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